Icaro de Maria Sabina



En la luz de la vela,
en la esencia de la albahaca.
En el espíritu que invoca el incienso,
está tendido el libro de mi vida.

Abierto está mi pensamiento ante el juez.
Detenido está el engranaje del tiempo.
Que dé unos pasos para atrás el limbo.
Que se vista el sol y la luna porque las imágenes
tomarán un rostro.

Qué dice el humo del incienso que acompaña
a las palabras que inician su viaje al cielo.
Cuál es el mensaje del maíz que impulsado por la palma
de tus manos busca la verdad en el misterio.
En qué sitio, cuál camino
y con qué pretexto se apodera
el guardián de la tierra de mi espíritu.
Revélalo hoy maestro:
ante mi persona,
ante los ojos de Dios
y ante los testigos.

Tú que conoces lo sagrado
y guías el camino sembrado de cantares.
Ábreme el cielo, muéstrame el mundo,
encamíname a la sabiduría.
Dame a beber los niños que brotan,
enséñame a hablar y leer el lenguaje de los chjinie,
inúndame con el poder de los Dioses,
inscribe mi nombre en el ndoba isien.
Limpio estoy, mis alas libres.
El rocío germina nuevas palabras,
la lluvia nutre la sabiduría.
Soy estrella que alumbra debajo de la piedra,
mar que danza en el azul del cielo,
luz que viaja en la intemperie.
Soy la vena del sol, soy la canción.
Soy la danza y el cantar que alivia.

El espíritu del mal acecha;
empieza el cantar.
Que se eleven las palabras que abren el cielo,
las plegarias que cruzan lo profano.
Que se enciendan las velas de luz blanca
y escurra la sangre envenenada.
Es una lucha a muerte en el ndoba isien,
es el rescate de mi espíritu.
Por mi vida van estas hojas frescas:
estas palabras sabias,
estas plumas de colores,
estos cantares de iniciación.

Aquí está mi albahaca del amanecer,
limpia como el horizonte:
mi medicina fresca.
mi medicina blanca

Lleva en sus hojas la palabra
serena.
que abre el cielo:
la palabra que da calma,
la palabra que da aliento.

Llegará mi albahaca donde se purgan las ofensas.
Volará limpia donde se despeja el alba.
Llevarán mis ruegos al libro de registros,
liberarán mi alma del veneno que me mata.

Llegará mi incienso al sitio
donde se comulga con la vida.
Llegará a la casa
de los guardianes de la tierra.
Se escuchará en el lugar de las imágenes,
abogará en el seno de la noche.

Pues cuántas bocas tienen,
cuántas lenguas poseen,
los que conocen el cielo,
los que platican con los códices,
y hablan con los Dioses.

Aquí está mi espíritu,
mi roble, mi cedro.
Nace de mi corazón la plegaria
que lo acompaña en su viaje al cielo.

Desde la casa de la pureza,
desde la mesa del amanecer.
Estoy pidiendo fuerza.
Estoy buscando justicia.

Se abrirá el libro sagrado,
despejará la obscuridad.
En la casa de las escrituras.
En la casa de las estelas.

Hasta la planta de mis pies.
Hasta la palma de mis manos.
En el vértice de mi pensamiento.
En el centro de mis extremidades.

Tiene pies mi espíritu,
mi alma tiene manos,
registran huellas mis venas,
pulsos del tiempo y el camino.

Puedo hablar con el amanecer,
sumergirme en las aguas turbulentas de los caudalosos ríos,
caminar descalzo la pendiente,
asestar al viento mi cantar.

Llego aquí acompañado de Dios Padre y Dios Madre,
he cruzado siete vientos,
siete capas del cielo.
He desafiado siete rostros del inframundo.

Porque tengo ojos para mirar la noche,
luz para abrir el misterio.
Porque soy embajador que empeña su palabra,
cantor que rastrea el alma.

En la casa de la pureza
vengo a poner a prueba mi vocación,
a despertar secretos.
Busco la palabra,
el camino fresco, el camino limpio.

Soy ave que predice en lo sagrado,
lucero que abre el horizonte,
cigarra que susurra a la luna,
niebla que cura la montaña.

Aquí termina la fiesta,
se cierra el camino, se acaba el cantar.
La lucidez queda prendida en el copal,
los granos de maíz cierran sus páginas
y guardan los secretos del viaje.

Desaparece un misterio,
surgen nuevos caminos para explicar la vida.
Las aves trazan veredas, ayuna la tierra.
La luna confía al sol sus desvelos
y en el horizonte la aurora se sacude.

Aquí termina la fiesta,
el cantar descansa en brazos de la mañana.
Abren el corazón del mundo los niños que brotan,
envía señales la naturaleza.

Cantos de Maria Sabina

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