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LA VÍA, LA PRÁCTICA, LA VIDA

LA VÍA, LA PRÁCTICA, LA VIDA

Juan Antonio Lorenzo


LA VÍA: Siempre está bajo nuestros pies.

LA PRÁCTICA: La propia vida.

LA VIDA: Pocos conceptos se alejan tanto de la realidad que los soporta.

Hoy día, podemos tener un conocimiento más amplio de la naturaleza de “las cosas” en el mundo de los fenómenos que percibimos con nuestros sentidos. Este mundo que, de una manera limitante y engañosa, hemos convenido en llamar “real”; como si lo que no fuera real no existiera.

Es un momento en el que la amplitud del conocimiento racional del mundo de los fenómenos, también nos abre una compasiva ventana para comprender que lo “real” no es más que una de las infinitas caras de las cosas.

Teniendo presente el alcance de lo que no se dice y que las palabras se mueven siempre en el mundo “real”, y aún la insuficiencia del lenguaje, algo quisiera decir con palabras que no atraparan a nadie; a mi tampoco, y movido, como todo, para impulsarnos a ir más allá de la apariencia de las cosas, atravesando la magia del mundo aparente.

Ver al Buda en todas partes es dejar que la luz ilumine todas las caras de las cosas. Es estar atento, despierto, consciente, siempre y en toda circunstancia

Por supuesto, Buda es solo un nombre, igual que Principio Único o Dios, para lo innombrable.

Ver al Buda en todas partes es la práctica de vivir consciente.

La Vida es la vía del ser humano para que reconozca su auténtico rostro, su naturaleza esencial. Una vía tan amplia, que todo lo ocupa, que en verdad no requiere de ninguna práctica especial. ¿Por qué entonces buscar lo que ya se es?. ¡Nada que buscar!. ¡Caer en la cuenta es solo un instante!....En realidad, ni siquiera ha nacido la idea de buscar, cuando ya has caído en la cuenta.

Solo en el mundo aparente, aquel que configuran nuestros ilusorios pensamientos, opiniones y juicios, en el que solemos situarnos de forma inconsciente, lo que aquí se dice tiene un sentido: el de apuntar una comprensión de la realidad aparente, para alcanzar una percepción no conceptual de la naturaleza esencial de todo.

¿ Que es el mundo aparente?.- Los pensamientos y los sentimientos, las emociones, los juicios y las opiniones van solidificándose en nosotros y en las sociedades que formamos, conformando un personaje y un sistema, adquiriendo una dimensión histórica, hasta ser la misma substancia del mundo aparente, la realidad aparente en la que nos movemos.

Todos los “fenómenos” y las “cosas”, tienen una naturaleza imaginaria o ilusoria, que se refiere a nuestra concepción de ellas, es decir la representación subjetiva que nos forjamos de ellas. Esta naturaleza imaginaria o ilusoria, depende de nuestras capacidades mentales, de nuestra percepción sensorial, de nuestros hábitos y de nuestra propia historia personal, social y cultural.

Ahora bien, cualquier y todos los fenómenos, son interdependientes (esta aseveración tiene el certificado de calidad “ilusorio” de ser aceptada científicamente), es decir tienen una naturaleza que podríamos llamar relativa y que hace referencia a la realidad subyacente tras esa interacción continua.

Esta naturaleza, que hemos dado en llamar relativa, está más allá de nuestro alcance racional y cualquier interpretación que hagamos de la misma, no será más que una imagen mental que hagamos de la cosa en sí.

Si ahondamos en la cuestión, concluiremos en la irrealidad última de la naturaleza imaginaria de las cosas y en la falta de correspondencia entre la naturaleza relativa de las cosas (interdependencia) y su naturaleza imaginaria (nuestra concepción personal subjetiva).

Lo que se intenta señalar, es que para llegar a experimentar eso a lo que de forma convencional podríamos llamar realidad absoluta o naturaleza esencial, no sirve el pensamiento racional discursivo. Éste y nuestros sentidos ordinarios, en todo caso solo constituyen un trampolín para saltar a otra dimensión perceptiva y experiencial.

Prestar atención a través de la práctica de la vida cotidiana a este suceder, nos hará caer en la cuenta de que la realidad imaginaria de las cosas, en cada momento, se incorpora a las dimensiones de la realidad relativa futura. Es decir, nuestras opiniones y nuestras actitudes condicionan nuestros actos y estos influyen en el entorno en virtud de la interdependencia de los fenómenos, repercutiendo de nuevo sobre nuestras actitudes.

Caer en la cuenta experiencial del proceso que se ha descrito, nos lleva a concluir la irrealidad del “YO” como entidad propia y diferenciada de la totalidad. Dicho de forma más sencilla, ese “yo” que nos creemos ser, solo tiene realidad imaginaria, es una ilusión compuesta de ilusiones.

Es éste un punto crucial para comprender el circulo vicioso que conlleva vivir inconscientemente en el mundo aparente, pues desde este “yo” que nos creemos, generamos un personaje que ignora, por autoprotección y supervivencia, su naturaleza ilusoria, generando comportamientos que tratan de objetivizar sus forzosamente subjetivas concepciones.

Construimos un mundo ilusorio basado en estas percepciones subjetivas condicionadas, que repetimos hasta identificarnos con las apariencias que hemos concebido y además las etiquetamos para poder actuar y “vivir” en un marco conocido y previsto. Hacemos de este “vivir” un habito condicionado y en cuanto aparece “lo imprevisto “, el problema”´, “la dificultad”, etc. Nos inunda el sufrimiento en cualquiera de sus manifestaciones- miedo, angustia, depresión, ansiedad, etc.- ¡A pesar de ser ilusorio!.

La rueda interminable de este “vivir”, producto de una consciencia ignorante y condicionada que crea un “yo” imaginario y lo dota de la ilusión de realidad absoluta y separada, también es capaz de buscar un remedio ilusorio para esos problemas, reajustando la subjetividad de sus percepciones, para asimilar el problema o la dificultad mediante las mil técnicas terapéuticas, cuando no químicas, capaces de hacer que sigamos andando a ciegas por el mundo aparente, explicando aparentemente los desajustes, para que sigamos “viviendo” nuestro personaje, en un guión de la película de la vida que por determinados intereses nos pueden estar escribiendo.

La Existencia, la Conciencia, la Totalidad, en definitiva la Naturaleza Esencial y Última lo es todo sin diferenciación y el “YO” y el “OTRO”, son lo mismo pero con distintas polarizaciones de la Conciencia en el mundo aparente, sustentada firmemente por todo sistema social.

Fuera del mundo aparente no existe ningún “YO”. Sin embargo, en dicho mundo tiene unas funciones que cumplir. Es por medio de ese “YO” que vamos actuando en la dimensión de la acción, pero no podemos dejarnos atrapar por las distintas características de los papeles que interpretamos. El “YO” es algo artificial y desde luego, no tiene una imagen única para los “OTROS”, que son el polo opuesto y obligado del “YO”. Para algunos “OTROS” eres fantástico, pero para otros “OTROS” eres un canalla. Ni Buda, ni Cristo ni nadie se libra de este juego del mundo aparente... ¡Así funciona la ilusión del “YO” y del “OTRO”!

Al comprender claramente qué es el “YO” podemos sentir una gran liberación y brota espontáneo un gran sentimiento de conexión con todo.

Agua, mar y olas.- Voy a poner un ejemplo muy conocido y a la vez ilustrativo de este asunto: Muy a menudo, en el mar se producen olas. Las olas son un fenómeno del mundo aparente y como tal sujeto a la impermanencia. Surgen las olas como la consecuencia coincidente de infinitos factores interdependientes y desaparecen como la consecuencia coincidente de infinitos factores interdependientes. Como fenómeno, en el mundo aparente el nacer y morir de la ola es esencialmente lo mismo: una concepción ilusoria de la “pequeña mente humana” que aísla y solidifica una parte del continuo suceder-la interdependencia de todos los fenómenos-.

Pero también podemos percatarnos de que la ola tiene una naturaleza esencial que supera nuestra concepción ilusoria como fenómeno sujeto al nacer y el morir. La ola ya es mar, es agua antes de “nacer” como ola, durante la “vida” como ola y después de la “muerte” de la ola.

Nacer y morir solo hacen referencia al mundo fenoménico aparente, conceptual e ilusorio y con la práctica de la vida tal como es, hemos de descubrir y experimentar la naturaleza esencial que subyace en todo, incluido, por supuesto, el mundo aparente: las olas.

En la primavera de Sevilla florecen naranjos por toda la ciudad, el aroma de azahar inunda el aire y nos ofrece un espectáculo olfativo que puede embriagarnos y llevarnos a un éxtasis contemplativo.

Al mirar los naranjos, los vemos cuajados de azahar y junto al aroma de sus flores componen en nuestra mente una imagen: la realidad aparente.

Bajo la forma de estos naranjos cargados de azahar, embriagados por su perfume en la luminosa primavera de Sevilla, en ese éxtasis contemplativo se puede manifestar un “sentir” la Vida más allá de cualquier sentido, de modo que en la realidad aparente-los naranjos en flor-, podemos experimentar , siquiera sea fugazmente, la naturaleza esencial que subyace al mundo aparente.

Podríamos decir también, que los naranjos de Sevilla tienen una función trascendente en nuestro mundo aparente. Su aroma nos despierta y nos sirve de enlace entre la realidad aparente de las cosas y la naturaleza esencial de todo.

La función de los naranjos de Sevilla en primavera – el aroma de sus flores de azahar – es la dimensión de la acción, inseparable de la realidad aparente de nuestro mundo – los naranjos en flor – y de la naturaleza esencial que subyace a esa realidad, ese “sentir” más allá de cualquier sentido, más allá de la pequeña vida que siente. La puerta de la acción siempre está abierta.

La misión –no voluntarista- de los seres despiertos, su función, es ayudar a todos los seres en el mundo aparente a reconocer que son una manifestación inseparable de Dios.

Pues bien, solo experimentando esta manifestación de la naturaleza esencial que somos, que es, se comprende la ilusión del mundo aparente, del yo individual, del nacer y del morir.

Descubrir la dimensión esencial de todo, experimentar la naturaleza esencial y única de todo acontecer, es la práctica de vivir descubriendo la vida tal como es en el cambio incesante y continuo que nos priva de toda seguridad ilusoria, en experimentar y experimentar, sin hacer de esta práctica saquitos de experiencias revestidos de fantasías e ilusiones, fantásticos paquetes turísticos espirituales.

Con la práctica constante y la profunda observación de todo cuanto acontece en nuestro mundo aparente, podemos llegar a comprender…todo tal cual es. Cualquier intento de explicación o de mera aproximación racional o lógica al respecto, se convierte en una cadena de conceptos, en una nueva construcción mental que borran toda posibilidad…

Todos podemos comprender qué somos y cada uno puede alcanzar esta comprensión de modos muy distintos.

Hay infinitos bodhisatvas, cada ocasión, cada acontecer, cada ser es en realidad un bodhisatva que ayuda a otros seres a reconocer su auténtica naturaleza. Alcanzar esta comprensión de nuestra vida, disipa todos los miedos de la existencia y de la no existencia individual y podremos vivir en el sufrimiento o en el goce de esta realidad aparente, sin dar posibilidad a nuestros pensamientos a que nos conviertan en personajes de una película sin fin, con la percepción de seres individuales esencialmente separados de los demás seres.

¿Qué haces aquí en este momento?. El hilo del que cuelga este momento, esta conectado con todo desde siempre. Una cadena sin fin de acontecimientos, encuentros, dificultades, celebraciones, conocimientos y múltiples circunstancias, nos sitúan, más o menos conscientes, aquí y ahora.

Muchas personas, incluso algunos de nosotros, nunca hubiera pensado o aún no lo ha hecho, sobre la posibilidad de que su vida tome auténtica consciencia del camino espiritual que La VIDA es para los seres humanos. Un camino espiritual no tiene por que ser una práctica religiosa concreta. Un camino espiritual es la misma vida, vivida con la visión de lo que realmente somos, en la dimensión de la acción del mundo aparente.

Un monje Zen muy cercano a mi persona, para aclarar la diferencia entre un camino religioso y un camino espiritual, dice que el camino religioso es un camino “en serie”, quien lo emprende lo hace siguiendo determinadas reglas y postulados, comunes para todos aquellos que lo adoptan, mientras que un camino espiritual es un camino artesanal, se va haciendo momento a momento por quien lo emprende.

La VIDA, es la única vía del despertar, todas las enseñanzas de los infinitos Maestros están en ella. Dejar que aflore la confianza necesaria para fluir con LA VIDA, es la práctica de observar el carácter ilusorio de ser un “yo” que tiene una “vida”. Es aprender a observar profundamente la realidad aparente hasta ver el andamiaje que la soporta. Cuando miramos “Las Meninas”, la mayoría de las personas vemos la escena y los personajes que plasma maravillosamente Velázquez; algunas otras ven, además, la perfección de sus trazos y reparan en las técnicas empleadas por el pintor y otras incluso llegan a ver, a través del propio lienzo, la calidad de los materiales empleados en la creación de la obra, traspasando la barrera de la propia representación.

En primavera florecen los árboles y se llenan de verdes hojas, que al llegar el otoño amarillean y caen al suelo formando una alfombra multicolor de hojas muertas. Pero en esencia, en el proceso no hay un “algo” que nace, vive y muere. Esto solo ocurre conceptualmente en nuestro mundo aparente. En verdad, las hojas ni nacen ni mueren sino que forman parte del fluir de LA VIDA que en nuestra ilusoria realidad, adoptan diversas formas que fingen nacer, vivir y morir.

A mí me parece una práctica muy bonita y que ayuda a que vaya aflorando la confianza necesaria en LA VIDA como el Maestro que siempre nos está ayudando a traspasar la realidad ilusoria, la de observar a fondo y profundamente a las personas que comparten, de una manera más cercana, nuestra pequeña vida y por las que sentimos, en este mundo aparente, un amor más intenso, hasta reconocer su verdadera naturaleza. Al hacerlo, nos damos cuenta, de que sus vidas, al igual que la de los demás seres, forman parte de LA VIDA INFINITA, más allá de todo concepto de vida, y solo aparentan nacer y morir en el mundo aparente en el que solemos situarnos de manera inconsciente. En verdad siempre han estado y estarán formando parte de lo que somos.

Si podemos percibir esta realidad esencial, podremos reencontrar la alegría que su existencia y la existencia infinita de todo nos proporciona. Podremos ver lo completo que todo cuanto ocurre es y seremos capaces de sonreír ante cualquier cambio que el fluir de LA VIDA nos vaya deparando.

Muchas personas, al escuchar o leer estas “cosas”, acostumbradas a desenvolverse en el mundo aparente y limitado que crean las posibilidades perceptivas de nuestros sentidos ordinarios y, habituadas a percibir los acontecimientos, solo de una manera racional y contextualizada social y culturalmente, se muestran acorazadas en el personaje que creen ser y apegadas a la seguridad del edificio cerrado que este personaje ha construido con sus ideas, opiniones, conceptos, posicionamiento social, etc., hasta creer que La VIDA se puede trocear y “ese edificio” es su vida.

Emprender un camino espiritual es comprometer nuestra acción consciente, en el mundo aparente, en ir desmontando el edificio que nos aprisiona, en mantener la atención momento a momento, comprendiendo que cada momento es único y absoluto sin importar su contenido. En él están todas las oportunidades. Es aunarse con La VIDA, hasta trascender de manera simple y natural el conocimiento intelectual y el pensamiento discursivo, reconociendo el carácter ilusorio de ese personaje: “YO”, que creemos ser.

Hay que animar a muchas personas a que realmente puedan comprender, en la practica de La Vía -LA VIDA-, estas palabras, para que puedan ser conscientes de su valía intrínseca, para que no las atenace el sufrimiento inconsciente de las circunstancias de la vida, ni las nuble el éxito efímero o las adormezca la seguridad y comodidad de unas circunstancias que siempre serán cambiantes.

Todos somos La VIDA fluyendo en un permanente despertar y podemos experimentar la consciencia de “SER”.

Para ello, desde la propia experiencia, es necesario abordar el proceso de aquietarnos y examinar nuestra vida como experiencia totalmente inclusiva para comprender que está sucediendo y quienes somos.

Un sin fin de medios nos pueden proporcionar, si es que no lo han hecho ya, una comprensión intelectual básica del funcionamiento de nuestro cerebro, del funcionamiento de nuestra mente y del mundo de los fenómenos en el que nos individualizamos. Existe todo un arsenal de literatura de divulgación científica, que va poniendo a nuestro alcance un mayor grado de conocimiento racional del, cada vez más amplio, universo que percibimos, merced a las investigaciones en todos los campos y que van poniendo de manifiesto características hasta ahora ignoradas de la “realidad “ que soporta el mundo de los fenómenos que conforman nuestro “mundo aparente”: la estructura relativista del tiempo y el espacio, el vacío inherente a la realidad perceptiva de cualquier estructura, puesto de manifiesto por la física cuántica, o los primeros atisbos experimentales de los campos mórficos y morfogenéticos, etcétera.

Descubrimientos, todos ellos, que por vía de la experimentación científica : la dimensión de la acción, apuntan hacia una REALIDAD no dual, conceptualmente vacía, en la que la mera presencia del observador acaba condicionando y conformando lo observado y en el limite, difuminando toda distinción.

La mirada interior y la mirada exterior se acaban encontrando en el campo de la naturaleza esencial de todas las cosas, la potencialidad pura e infinita del momento presente, el único momento.

Ésta es la ventana compasiva a la que me refería al principio de estas palabras y que nos invita a una actitud abierta para romper la forma encorsetada que la solidificación conceptual nos impone de la REALIDAD, hasta hacérnosla olvidar en favor de la realidad aparente en la que muchas personas se sitúan absolutamente prisioneros del papel que interpretan, inconscientes de quienes son.

Constatar que todos los seres sensibles sufren, fue la palanca que movió el corazón del Buda a buscar la causa de este sufrimiento; y como después de experimentar con total valentía y determinación, por todos los medios a su alcance, encontró que la causa y la solución de todo sufrimiento se encontraba en su propia mente.

Desde este punto de vista de observación, investigación y experimentación, el ZEN, por ejemplo, está muy lejos de ser una “creencia” o una “religión”, teniendo en cuenta además, que el tipo de experiencia que tradicionalmente ha sido considerada como espiritual desborda los límites de lo religioso, en la medida en que todo fenómeno y no solo los que expresamente señalan las religiones, puede revelar aquello que lo sustenta y está más allá de él mismo, la fuente a la que en última instancia debe su “ser”, su naturaleza esencial.

Podríamos considerar que es un método para examinar la propia experiencia del ser humano hacia la comprensión de ¿que “es”?.

También, desde la propia experiencia de la vida y de mi propia práctica, constatar que la “REALIDAD” no puede explicarse, que ha de ser experimentada por uno mismo con la sincera actitud de abandonar toda idea o posicionamiento previo, volviendo la mirada hacia el interior, liberándola de todas las interpretaciones, racionalizaciones, evaluaciones, pensamientos, emociones y creencias que modulan nuestra percepción, hasta que la serenidad aparezca de forma natural y espontanea como la base en la que podemos experimentar más allá de nuestros sentidos ordinarios la consciencia no discursiva.

Desde esa misma experiencia, una de las muchas” equivocaciones” que cometemos, aunque en realidad no sean tales, es poner todo el empeño y el énfasis en cambiar, pretendiendo ser cada vez mejores, sin llegar a entender lo que está sucediendo. El esfuerzo por mejorar es bueno, pero sin “comprender” acabamos implicando y dando vuelos a nuestro ego, abriendo las puertas de la confusión para que entre la ignorancia en nuestro actuar de buena fe.

El esfuerzo hay que ponerlo en “comprender”, aunque en general necesitamos el aroma del sufrimiento para reorientar ese esfuerzo. Con la “comprensión”, desmantelamos de forma natural el entramado de estrategias, actitudes y pautas de comportamiento que componen el edificio ilusorio de nuestra personalidad, el “YO”.

Cuando digo que el esfuerzo hay que ponerlo en “comprender”, en verdad quiero decir que no hay forma de “comprender”, más que afrontar la práctica de la vida dispuesto a ser cualquier cosa que LA VIDA quiera que seamos y no lo que la mayoría de las veces fantasea nuestro ”YO”.

En ese esfuerzo de aceptación sincera de estar disponibles para LA VIDA, nace de forma natural la “comprensión “ que trasciende nuestra vida. Este es el esfuerzo al que me refiero, porque siempre vamos a poder escoger entre seguir las fantasías del “YO” o el despertar a la “comprensión”. En cualquier caso, seguirá expresándose la naturaleza esencial del SER que es.

En cualquier camino espiritual la Meditación es una práctica esencial y por supuesto es una práctica personal, aunque pueda o sea conveniente realizarla, en no pocas ocasiones en grupo. Existen miles de textos dedicados a describir, analizar o prescribir, las muchas clases, formas y técnicas de meditación. No voy a detenerme en la explicación o descripción de “Zazén”, la práctica de la meditación Zen. Si alguien quiere adentrarse en esta práctica en concreto, sabe el camino. Pero si quiero señalar que la meditación no es “dejar la mente en blanco” y quedarse como un “zombi”, ni una práctica de relajación para estar más “a gusto”, ni estar sentados durante horas en una postura imposible concentrados en alguna cuestión u objeto.

En esencia, la meditación es un ejercicio simple: adoptar una postura física estable, de manera que la mente pueda mantenerse relajada y alerta simultáneamente y adoptar una actitud mental que nos permita presenciar, sin implicarnos, cualquier pensamiento, sensación o emoción que experimentemos.

El objetivo real de la meditación es activar el proceso de ser conscientes de cuanto nos ocurre, sin añadir juicios de valor. La meditación es una práctica y como tal requiere de una constancia y repetición para que de forma natural de sus frutos.

Una postura sencilla, para iniciarse en esta práctica, consiste en sentarse sobre una silla con respaldo recto, dobladas las rodillas y apoyados los pies en el suelo, los brazos y hombros relajados y las manos apoyadas sobre los muslos. La nuca ligeramente estirada y el mentón recogido, para mantener la columna vertebral recta, evitando que la cabeza se incline hacia delante o hacia atrás. Los ojos semi-cerrados, posan la mirada, de forma natural al frente y abajo sin fijarla hipnóticamente .Puede que para algunas personas, al principio, sea necesario mantener los ojos cerrados, para no distraerse.

En esta posición de equilibrio, nos hacemos conscientes de nuestra respiración, aunándonos con ella y nos percatamos de cuanto nos acontece, sin engancharnos a ello. Los pensamientos aparecen y desaparecen como nubes en el cielo, si no nos aferramos a ellos. Igual ocurre con las emociones que surjan o con cualquier otra sensación o percepción.

Así nos permitimos ser conscientes de la actividad de nuestra mente y de la naturaleza de nuestros pensamientos, emociones, sensaciones y percepciones y atisbar el parloteo, esencialmente vacío, sobre quién creemos que somos. Nos percatamos de la naturaleza imaginaria de las cosas, el mundo aparente.

Al principio, con sesiones de diez minutos en un lugar tranquilo, una vez al día es suficiente, gradualmente podremos ir aumentando el tiempo dedicado a la meditación, hasta ir desarrollando la actitud de estar consciente siempre y en todo momento, estemos haciendo lo que estemos haciendo.

Las sesiones de meditación no son ni buenas ni malas, en unas tendremos muchos pensamientos y nos quedaremos cogidos a ellos muchas veces y en otras tendremos pocos y no nos quedaremos discurriendo sobre ellos, incluso podremos saborear la quietud y serenidad entre pensamiento y pensamiento. En otras ocasiones serán las emociones las que nos enganchen y en otras será un sonido o un picor. Lo importante es percatarse de lo que nos sucede y volver una y otra vez a la profunda y desapegada observación consciente, sin descuidar el equilibrio de la postura física , sosegando la respiración y aunándonos con ella. Con la práctica constante y sincera, iremos cayendo en la cuenta de ... “qué” somos.

Podríamos decir que la meditación es la práctica de la sinceridad, la práctica del despertar, la práctica de la serenidad, la práctica de ser consciente de la perfecta conexión, que no se puede romper y que siempre está presente, aquí y ahora con todo.

La meditación es la práctica de la profunda observación, es la práctica del soltar y del desapego. La meditación nos quita las máscaras de todas nuestras interpretaciones, nos pone de manifiesto todo lo que debemos dejar ir: posesiones, actitudes, hábitos, complejos, creencias, resentimientos, fantasías, orgullo, ...etc. La meditación nos permite liberarnos de la esclavitud del pensamiento discursivo y de la identificación con el personaje que interpretamos.

La práctica de la meditación nos hace consciente de que no somos lo que pensamos, pero podemos llegar a creerlo, de que no somos nuestras emociones, pero podemos llegar a creerlo. Gracias a esta práctica y a la profunda observación y concentración, podemos percibir en nuestras experiencias cotidianas, lo que hasta entonces solo eran ideas o conceptos. La práctica de la meditación va abriendo otros canales perceptivos. La percepción de la impermanencia no es una comprensión intelectual, la percepción del vacío del “yo soy”, no es una comprensión intelectual, la percepción de reconocernos en todo, sin límites de dimensiones, ni espacio, ni tiempo, no es una comprensión intelectual.

Las montañas son lo que son y la mar es lo que es, solo cuando hemos estado allí, antes las montañas eran las montañas y la mar era la mar.

Con la práctica de la meditación aprendemos a no aferrarnos a nada. A nada es a nada. La autentica meditación surge cuando se ha disuelto la propia acción de meditar y cualquier intención primigenia de seguir un determinado camino espiritual, o al mismo Maestro, sea este quien sea o lo que sea. La experiencia de ser no tiene intermediarios. Todas las enseñanzas, todos los puentes, todas las ayudas, son solo eso y su sentido profundo es situarnos en la experiencia directa.

El Camino Espiritual no es un apartado especial de nuestra vida, que ponemos de manifiesto cuando nos reunimos con quienes también tienen “inquietudes” espirituales. Sin embargo, es muy importante sentir, percibir, estar con quienes también han logrado despertar a la práctica de un camino espiritual. La energía, el apoyo, el impulso y la plataforma en la que nos convertimos para que sigamos avanzando en el despertar común de todos los seres sensibles, son muy necesarios.

La vida, por su propia naturaleza, en no pocas ocasiones, es dolorosa y difícil y no porque obremos inadecuadamente. Por ello es tranquilizador encontrar a personas que, entregadas con plena consciencia a lograr el despertar de todos los seres a la maravillosa realidad que es, admiten y encarnan en este mundo aparente el dolor y la dificultad, sin que las circunstancias les impidan ser felices, arropando con sus acciones los momentos de dificultad de los demás, haciendo que no se desanimen y continúen la vía del despertar. La enseñanza de su presencia y sus experiencias son el manto compasivo de Buda, por ello debemos considerar la práctica en grupo como el apoyo del amigo en el camino espiritual.

Compartamos los conocimientos, alumbremos el pequeño rincón en el que estemos, ofrezcamos a los demás nuestra modesta comprensión, seamos receptores generosos y auténticos donantes. Estemos presentes para los demás y no solo para nosotros. La felicidad y el sufrimiento no son una cuestión personal.

Pongamos en práctica ver al Buda en todas partes y en todo, de modo que cuanto nos acontezca sea parte integral de nuestro camino espiritual. Aprendamos a observar profundamente las cosas, a saber tratarlas y comprender su función alejándonos de la visión de uso de las mismas. Cada fenómeno tiene su propia virtud. Aprendamos a observar y percibir todo aquello que nos llega sin etiquetarlo, dejando que se desborden los conceptos y las palabras, permaneciendo atentos momento a momento en el aquí y ahora.

No dejemos que ninguna ideología, que ninguna teoría, que ningún “sueño” o ni siquiera las creencias se interpongan a la REALIDAD.

Que el ruido que siempre conllevan las palabras, y estas como cualesquiera otras también, no impida que aquello que las soporta cumpla su función -distinta para cada uno- , hasta hacer brotar de la práctica de la “Vida” tal y como es, el profundo silencio del “no yo” y la humilde y maravillosa comprensión de SER y… ya no ser.

Las hojas caídas

El tiempo de la espera culmina en una floración de la pobreza, porque toda esperanza obliga a la memoria a desprenderse de lo que había soñado.

Desde el frondoso árbol de quién se cree dueño de su vida , van cayendo las hojas, una a una, hasta que lo que ha sido encuentra en lo profundo de su nada el fruto irreconocible de lo que es.

Incluso el lenguaje se queda sin motivos para significar. Y el poema, construida la ruina del olvido, sospecha la identidad del sin sentido en la palabra del ser.

Aquí y allá. Como una alfombra de instantes derrotados en busca del no tiempo.

Lo sido fermenta en su silencio.

El que busca ya no puede volver.

“¿Esperar que?

Día a día se amontonan

Las hojas caídas.”

(Taneda Santôka. El Monje desnudo. Miraguano Ediciones)

El despertar está presente en cada uno de nosotros, en cualquier momento y no tiene dimensiones ni límites, es la conciencia eterna e infinita que puede aflorar trascendiendo cualquiera de sus manifestaciones singulares. Es una alegría y un amor inexpresables, que ponen fin a la soledad y al aislamiento. Es tomar consciencia de la conexión total con el espíritu. Jesús lo llamaba “El Espíritu Santo”.

Y no está reservado a los místicos, ni a los maestros zen, ni a los yoguis, ni a los grandes meditadores ni a nadie.

Un abrazo para tod@s. J.A.L.R.